sábado, 5 de mayo de 2012

Otto Raúl González (1921-2007)


Otto-Raúl González (1921- 2007), poeta y escritor guatemalteco radicado en México más de 60 años. Publicó 71 libros de poesía, además de relatos breves y novela histórica. Su obra forma parte de múltiples antologías y ha sido traducida al inglés, francés, portugués, alemán, checo y chino.
          Algunos de sus libros son Voz y voto del geranio, A fuego lento, Sombras era, Viento claro, Canciones de los bosques de Guatemala, Coctel de frutas, Oír con los ojos (poesía); El diario de Leona Vicario, El magnicida o licor de exilio, Kaibil y El divino rostro (novela); Cuentos de psiquiatras, De brujos y chamanes, El mercader de torturas (cuento); y Sea breve (microrrelato).



Muerte del romanticismo

—Quiero morir en tus brazos
          —¡Tonto! Vendrá la policía y luego, ¿yo que hago?

Cacatúa modesta

La señora Romelia de Omsk-5, esposa del vicepresidente de Marte, entregó al Departamento de Estado Mental un diamante valorado en quinientos millones de créditos que le había regalado el Presidente terrícola Manlio Fabio X-13, durante el reciente viaje de los Omsk-5 al planeta Tierra. En efecto, la ley prohíbe a las personalidades marcianas conservar obsequios por valor de más de cincuenta créditos que le sean obsequiados en sus desplazamientos oficiales por el espacio. Al matrimonio Omsk-5 les quedó como único consuelo una modesta cacatúa que habla papiamento y que les regaló a su paso por la Luna, Micho IX, monarca constitucional de dicho satélite.


Declaración firmada por Satanás

Hoy presencié por enésima vez la ignominiosa expulsión de otra pareja. Una vez más el mismo ángel enclenque, tembloroso y senil, blandió la espada secular y llena de orín, en el primoroso bosquecillo donde da principio la vida humana en cada planeta que a Él se le ocurre poblar. Al igual que la primera pareja, y las que le han seguido a través de los siglos, ésta de ahora cubría sus hermosos cuerpos con hojas de parra, y en sus ojos brilló, en el momento de la expulsión, un odio cerval y primitivo, además de las lágrimas, claro está. ¿Es que nunca va a terminar este juego? ¿Para qué pues crear el paraíso si sus moradores van a estar siendo continuamente expulsados, aduciendo el vano pretexto de que han comido la fruta del mal? Fruta que más bien es la del bien. Si no la comieran, el edén sería un sitio aburridísimo en donde vivirían solamente dos ancianos solitarios y cubiertos de gruesas telarañas de tedio. Si yo estuviera en su lugar (pueden creerme), no expulsaría a nadie. Y, entonces Él sería el malo y yo el bueno. (f). Satanás.


El cuentista

Anselmo Rivas quería ser cuentista. Se le ocurrían muchos temas, pero nunca los redactaba. Simplemente dejaba que le bailaran en la mente. La directora de una conocida editorial, amiga suya, le dijo que estaba dispuesta a publicarle un libro de cuentos. Ésta era la cuarta o quinta vez que lo llamaba por teléfono y cuando dejaron de hablar, ella pensó: "a ver con qué cuento me sale ahora”.


Los García

—¿Bueno? Quiero hablar con García.
          —¿Cuál de todos? ¿García Gómez? ¿García Flores? ¿García Prada? ¿García Granados? ¿García Rubio? ¿García Lorca? ¿García Máinez? ¿García Pérez? ¿García Méndez? ¿García Mendoza? ¿García Márquez? ¿García Vides? ¿García Rueda? ¿García Ponce? ¿García Cano? ¿García López? ¿García Mora? ¿García Hernández? ¿García Sánchez? ¿García Rojas? ¿García Naranjo…?
          —Bueno, pues con cualquiera de ellos.


Niño precoz

La señora Computadora había dado a sombra un hermoso computadorcito, que al nacer pesaba robustos diez kilos. El señor Computador apagaba y encendía, encendía y apagaba sus focos electrónicos de arriba para mostrar su mecanizado júbilo. Por extraño que parezca, no repartía cigarros, puros, entre sus amigos, sino preciosas cartulinas en blanco.
          Hijo de padres tan inteligentes, Computadorcito se comportaba como tal y, a los tres días de haber aparecido en el mundo, ya resolvía los más complicados problemas, cuya solución le fuese pedida.
          Un día, llegó a la casa de la familia una tía vieja, retrógrada y pasada de moda y, al ver en funciones a su sobrino prodigio, solamente alcanzó a exclamar: "¡Ay, hijito! ¿Cómo? ¿Tan pequeño y ya computas?".


Dinosaurio enamorado

Hace millones de años, en plena selva jurásica, un dinosaurio cachondo se acercó a su pareja y le susurró al oído que estaba muriéndose de amor y de deseo.
          —Ahora no se puede –dijo ella—, lo siento mucho, pero es que estoy en mi milenio.


¿Borges?

¡Ring!… ¡Ring!… ¡Ring!
          —Quiero hablar con Borges.
          —¿El argentino o el nica…?


Celoso extremado

Llegué a la esquina y bien pronto pasó el autobús que me acercaría a mi casa. Tuve suerte. Había un asiento vacío que ocupé de inmediato. Alcé la vista y vi a una pareja en el asiento de enfrente. Aunque ella era de buen ver, su esposo (o amante o compañero de viaje a saber qué) iba a su lado. La miré a ella, lo vi a él. De pronto, escuché unas palabras pronunciadas en voz baja, que me sobresaltaron: “Siéntate bien, Ana María, porque ese tipo de enfrente te está metiendo la mirada entre las piernas”.


El acto

El día de la graduación en el colegio de señoritas El Sagrado Corazón, el caballero de Seingalt (Casanova) había sido invitado a decir algunas palabras alusivas al acto. Y sin mirar a las personas que formaban el presídium, habló durante media hora del acto sexual.


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